Una rosa blanca


Sé que una vez más he dejado apartado esto, mi rincón de pensar, el lugar al que acudo siempre que quiero liberar un pedacito de mi alma a través de la escritura. Escuchando una banda sonora, se volvió a activar ese detonante que suele propiciar que vuelva a escribir, y esta vez, de la mano de una persona.

Jamás pensé que llegaría este momento, en el que escribiría siendo consciente de que ya no estás. De que cuando vuelva a casa, no iré a verte más con papá, ni me hablarás de lo bien que canta mamá y de que la quieres escuchar una vez más.

Nunca se te pasa por la cabeza cuando va a ser la última vez de algo y mucho menos de cuándo será ese último adiós. Sé que vivirás mientras tu recuerdo permanezca en nuestras mentes, y que siempre recordaré como me halagabas en tus canciones llamándome rosa o estrella, de tu MP3 haciendo de máquina del tiempo, y de tu memoria y anécdotas pese a ser tan mayor.

Ha sido un duro golpe en una situación complicada. Todo aquel al que se le haya fallecido algún ser querido sabrá la sensación que me acompaña de impotencia, rabia, tristeza e incomprensión, porque hablar como si no estuvieses casi que no cabe en mi cabeza, pero prometo que cuando todo este acabe, llevaré una rosa allá donde estés para despedirme de ti, de otra rosa más en el jardín de mi familia.  

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